En 1614, a fines del mes de marzo, la delegación de Tsunenaga Hasekura enviada a
Europa, entró en la Ciudad de México y fue hospedada en la “Casa de Azulejos”, actual
restaurante de Sanborns. Era la mansión particular del conde Vivero, una de las familias
más antiguas y adineradas durante la época colonial que duró 300 años, aproximadamente.
¿Por qué la misión de Tsunenaga llegó a quedarse en esa mansión del
conde Vivero? ¿Por qué vino a México y no a algún otro país latinoamericano?
Eso se origina del arribo a las costas de Onjuku, en la provincia de Chiba, que
hiciera Rodrigo de Vivero, primera generación de la familia Vivero que
obtuviese el título de conde. Rodrigo de Vivero era gobernador de las Filipinas,
ocupadas en aquel entonces por España. “El día 30 de septiembre de 1608,
habiendo cumplido con su deber, emprendió su viaje de regreso y salió del
puerto de Manila para Acapulco. Fue sorprendido por una tempestad que lo
obligó a flotar a la deriva durante 75 días, y finalmente el barco naufragó.
Abrazándose a una cuerda del barco, arribó a las costas de Japón” Así escribió
posteriormente en su libro titulado “Cosas del Japón” (traducción por la autora).
Ese país fue bautizado con el nombre Filipinas en memoria del rey español
Felipe II, quien reinaba España cuando dicho país fue conquistado y colonizado
en 1571.
Aquí veamos un poco el dominio español sobre sus colonias. A partir del
descubrimiento de América por Cristóbal Colón, en 1492, España inició su
conquista de América Latina. Colón hizo cuatro viajes en total (entre 1492 y
1502) en torno a Cuba, creyendo hasta el momento de su muerte que eran islas
cercanas a La India. Se dice que creía inclusive que en su última navegación
pudo llegar a las costas de China, mismas que en realidad eran de América
Central y del Sur.
Al confirmarse que se trataba del Nuevo Mundo, no sólo Diego Colón,
hijo de Cristóbal Colón, sino muchos españoles emprendieron el viaje de
conquista. A principios del año 1500, fueron conquistados algunos países como
Haití, República Dominicana, Puerto Rico, entre otros. Cuba fue colonizada en
1514, México en 1521, y las Filipinas en 1571. Cuando el conde Vivero arribó al
Japón, España ya había concluido su conquista en toda América Latina, excepto
Brasil.
Los españoles emplearon a los indígenas para la explotación de minas de
oro y plata. Debido a la esclavitud, en pocos años casi se exterminaron los indios
de Nueva España como de Haití y República Dominicana. Al surgir la
plantación de caña de azúcar, se “importaron” los esclavos negros de África como
fuerza de trabajo. De este modo, surgieron algunos países compuestos
principalmente por la raza negra.
Volvamos a la situación en el Japón relatada por el conde Vivero, quien
hubiera sido arrojado a las tierras de Onjuku, Chiba. Dice; “Un cristiano
japonés que nos acompañaba, nos avisó que habíamos llegado a Japón. El
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informó a los habitantes de dicho pueblo que yo era gobernador de las Filipinas,
y que durante el viaje de regreso a México fui sorprendido por un tifón y
arrojado hasta allí.”
La comitiva del conde Vivero, integrada por 370 hombres, fue acogida
con hospitalidad, y viajaron para hacer una visita de cortesía a Ieyasu e Ietada
Tokugawa. Aquí mostraré un extracto de las impresiones del Japón que el conde
tuvo durante el viaje.
“En todos los lugares que visitamos, fuimos recibidos con gran
hospitalidad. Las habitaciones de los grandes señores (feudales) eran
construidas de madera, elegantemente decoradas en diversos colores como
dorado, plateado. Respecto a los armamentos, eran superiores a un rey y no
parecían de una familia aristocrática.
Llegamos a Surunga (Suruga) que tenía una población de unos 120,000
habitantes. Estaban alborotados por la visita de los extranjeros. El emperador
(se refiere a Ieyasu) se encontraba al fondo de la residencia, atrás de la
protección con tres puertas. La vigilancia era mucho más rigurosa que la del
príncipe (Ietada).
El emperador se encontraba sentado en una silla cubierta de terciopelo
azul, y a su lado izquierdo estaba preparado un asiento igual para mí. Estaba
vestido de una prenda de tela lisa azul con numerosas estrellas y medias lunas
bordadas, y tenía una espada a su lado. No traía gorra en la cabeza, ni un
adorno. Su cabello estaba bien recogido y amarrado con un hilo de color. Me dijo
que deseaba ofrecerme todo lo posible, así como el rey de España me lo hace, y
que yo podría pedir a sus allegados cualquier cosa que quisiera. Yo le expresé mi
gratitud diciendo que me gustaría besarle la mano.
Por fin llegamos a Meako (quiere decir la capital Edo), famosa en el mundo por su
grandeza. Había tres conventos de las órdenes dominicana y franciscana. Me quedé
hospedado con los “Padres Descalzos” de la orden franciscana. En Nochebuena, se
reunieron en misa un gran número de cristianos y, al verlos festejando la Navidad, no puede
ocultar mi gran emoción. En Yendo (Edo) hay un convento franciscano, el único en el país
reconocido oficialmente por el príncipe.
Se unieron unos monjes budistas para solicitar al emperador que
expulsara del país a los hermanos cristianos. El emperador les preguntó
cuántas religiones y órdenes existían en Japón. Los monjes le contestaron que
eran 35. El emperador les dijo; “Si hay 35, no importará que sean 36. Déjenlos
vivir allí.”
Por fin, entra en materia el encuentro del conde Vivero, gobernador de
las Filipinas, con Ieyasu, pero antes de ello Ieyasu hizo al conde dos preguntas
inesperadas. Una de ellas se refería a la moda de los españoles.
Continuará....
Att. Miss M.
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