La familia Vivero, dueña de la “Casa de los Azulejos”, era la familia
noble más antigua y renombrada en la época colonial mexicana que duró 300
años, aproximadamente. El conde Vivero, la primera generación de esta familia,
fue nombrado gobernador de las Filipinas. En 1608, en su viaje de regreso a
México, el barco naufragó y arribó a las costas de Onjuku, en la provincia de
Chiba. Después de haber sido atendido con el mayor cuidado y hospitalidad de
los habitantes del pueblo, emprendió un viaje para hacer una visita de cortesía a
Ieyasu Tokugawa. Posteriormente, el conde informó a los reyes de España los
acontecimientos que había experimentado en Japón. Parece muy interesante
conocer las impresiones que hubiera tenido de Japón un hombre de la nobleza
de primer orden en aquel entonces.
En dicho informe, el conde cuenta que Japón, un país pagano, practicaba
un culto idolátrico ante “unas imágenes parecidas a las que había en la ciudad
de México”. ¿Querría decir esto que aún se encontraban en México algunos
“ídolos” adorados por el pueblo azteca, después de haber transcurrido unos 90
años de la conquista de México por Hernán Cortés (1521)?
En el libro que escribió el conde, podemos observar algunas menciones
que para nosotros japoneses van en contra de los hechos reales. Un ejemplo de
ello es que se refiere al shogun Ieyasu Tokugawa usando el título “Emperador
Taikosama”. ¿Por qué convirtió a Ieyasu en Emperador Taikosama?
Como el conde Vivero no entendía japonés, lógicamente andaba
acompañado por un intérprete. Parece que le servía de traductor un padre
franciscano llamado Sotero. Este padre había vivido en Japón por muchos años,
y después viajó a México, en calidad de embajador, acompañando a Tsunenaga
Hasekura. Se dice que el padre Sotero era gran conocedor de los asuntos de
Japón, dominando el idioma japonés. Debería de saber perfectamente que el
“Emperador” de Japón residía en Kyoto, y “Taikosama” se refería a Hideyoshi
Toyotomi y no a Ieyasu. Entoncés, ¿por qué razón se refería al shogun Ieyasu
empleando el término “Emperador Taikosama”?
En realidad, el hombre llamado “Emperador Taikosama” ya se había
vuelto muy famoso en México. En la Catedral de Cuernavaca, hay un mural que
representa a los 26 mártires de Nagasaki. Uno de estos mártires era llamado
Felipe de Jesús, primer mexicano que posteriormente fuera canonizado por el
Papa. En la pintura mural se insertó, en letras grandes, la leyenda que dice; “El
Emperador Taikosama mandó a martirizarlos”. Este martirio tuvo lugar en
1597, y el Taiko Hideyoshi falleció al siguiente año, en septiembre de 1598. La
palabra “Taikosama” del mural se refiere al mismo Taiko Hideyoshi.
Entonces, ¿el conde Vivero habría confundido a Ieyasu con Hideyoshi?
Parece que no. No sería posible que el padre Sotero, conocedor de la situación de
Japón, no estuviese enterado de que, después de la muerte de Hideyoshi, el
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poder había caído en las manos de Ieyasu. Tampoco le beneficiaría nada
traducir el nombre del nuevo soberano Ieyasu con un título falso. Por el
contrario, haría que todos lo considerasen como el anticristiano que mandó a
martirizar, lo cual resultaría inconveniente para la diplomacia futura.
Lo que podríamos pensar es que el padre Sotero empleó la palabra
Taikosama, muy conocida en México, como un título honorífico para el soberano,
sin entrar en el tema de la compleja estructura del poder en Japón. En la
actualidad, Taiko se aplica casi como el sinónimo de Hideyoshi, pero
originalmente no era nada más que un título otorgado por el emperador, y no es
un nombre propio de Hideyoshi. Por lo tanto, no se podría afirmar que el padre
Sotero se hubiera incurrido en un error.
Otra posibilidad sería que el conde Vivero confundiera Taikosama con
un nombre propio como el “Rey Felipe”, pensando que se sucedía el nombre
propio al igual que en la costumbre española de sucesión como Felipe II, Felipe
III, y por eso llamó a Ieyasu por el nombre Taikosama.
¿Cuál sería más cercano a la verdad? Podríamos deducirlo del hecho de
que llamara al Shogun Ieyasu por “Emperador”.
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